Diario del Cesar
Defiende la región

La palabra empeñada

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Significa la palabra empeñada que, si uno se compromete con algo, debe cumplirlo a cabalidad, a como dé lugar, puesto que faltar a ella deteriora las relaciones con los demás, y si se es honorable, aniquila la confianza en uno mismo. Traigo a colación lo expuesto, dado que estamos en un Estado donde la palabra suele naufragar la más de las veces entre gritos, desmanes, desinformación y polarización; y, el diálogo, simbólica, real y lamentablemente, se ha vuelto un acto profundamente “político”, lo que impone ir tras oportunidades para reencauzar el debate hacia la institucionalidad, la civilidad y el respeto a la ley y la ciudadanía y comunidad en general.

No pueden convertirse los escenarios en tribunas de mentiras, sino en templos de las palabras. No pueden ser reflejo de ánimos sociales caldeados por la desigualdad, la desinformación y la polarización; tampoco una muestra de la normalización del incumplimiento como herramienta e instrumento de distracción, desplante de superioridad ni de ajuste de cuentas, sino actos de afirmación democrática, en la afirmación que creer en la palabra, en el respeto a las reglas del juego, en la pluralidad y en el derecho de mayorías y minorías a que se les cumpla lo prometido.

Los mandatarios y servidores públicos en general deberían ser personas con oficio y ojalá con carrera , trayectoria y producto de resultados de buenos acuerdos, de respeto a la ley, de consenso, a efecto de no caer en una democracia mediatizada, donde la polarización es más que el resultado de diferencias ideológicas y la más de las veces un producto amplificado por guarismos que nos encierran en mundos homogéneos, en burbujas de autocomplacencia, donde la confrontación es más rentable que el acuerdo, contexto en el que se corre el riesgo de convertirse en una caja de resonancia de esas pulsiones, en lugar de ser el espacio que las canalice y encauce.

Requerimos entendimientos, que se cumpla lo prometido, que se revisen pausas en la lógica de buen gobierno, que se disponga de tiempo y tono adecuados, que germinen en realidades y las palabras no se las lleve el viento. En este compendio hay que mirar el papel de los medios de difusión, que si bien son necesarios para informar, deben serlo igualmente para conectar a la ciudadanía con la cosa pública, ya que vivimos tiempos de sobreinformación, donde lo urgente le gana a lo importante, y donde los hechos son reemplazados por interpretaciones; y si bien las redes sociales han pulverizado la atención y disminuido la confianza en los medios tradicionales, ello no ha generado mayor alfabetización informativa, sino desinformación y las noticias falsas encuentran terreno fértil en un público fragmentado y escéptico. Pero aun así, en momentos de crisis, interesa volver a los medios confiables, toda vez que seguimos necesitando faros que nos sitúen.

Los servidores públicos debieran ser uno de esos faros, marcar la diferencia, honrar lo prometido, tomar en serio sus propias palabras, garantizar avances, sobre todo en estos tiempos donde la mentira es más efectiva que cumplir lo que se promete, el escándalo más rentable que la razón y los gestos institucionales más pequeños son solo formas de distracción y engaño, cuando en realidad deberíamos confiar en la palabra y en la verdad, que deben ser siempre punto de encuentro.

*Jurista. Especializado en Derecho Penal. Derecho Laboral.