Diario del Cesar
Defiende la región

Por una renovación efectiva del Congreso

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El próximo año los colombianos deberemos tomar decisiones importantísimas por el futuro de la democracia, pero sobre todo del Estado Social de Derecho. Es la suerte de Colombia la que tendremos en  tres tarjetones: el del Senado, la Cámara de Representantes y el de la Presidencia de la República. Actuar con sensatez, con responsabilidad y coherencia frente a lo que estamos viviendo es lo mínimo. No se pide más.

Faltando cinco meses para las elecciones parlamentarias hay algunos asuntos que preocupan de forma superlativa. Uno de ellos es que la visibilidad de los candidatos al Senado y la Cámara de Representantes todavía es muy limitada. Y eso se debe, en gran parte, a una agitada agenda política local copada por las sucesivas controversias gubernamentales y los desarrollos de distintos escándalos y coyunturas críticas en materia de seguridad, economía, servicios públicos, relaciones exteriores y otros campos.

Además de lo anterior, el foco partidista y de los movimientos políticos está puesto prioritariamente en la contienda presidencial, la demorada definición de aspirantes únicos y la aún más compleja conformación de las coaliciones para disputar la sucesión en la Casa de Nariño.

Incluso, no se puede negar que la ausencia de las encuestas también termina siendo un elemento que desacelera y le quita algo de emoción al ritmo de la puja por el próximo Congreso.

En momentos en que el país está sumido en la incertidumbre, una crisis multisectorial y no se ve que el Ejecutivo tenga la capacidad de liderazgo para fijarle un norte claro, realista y viable, los comicios parlamentarios asoman determinantes para enderezar el rumbo nacional, más aún porque habrá cambios de fondo en el Poder Legislativo a partir del 20 de julio de 2026.

Como se sabe, en el próximo Congreso habrá diez curules menos al terminarse los dos cuatrienios legislativos que el acuerdo de paz le dio al partido derivado de la facción desmovilizada de las Farc para acceder a una representación política automática, sin importar los votos que obtuvieran, que tanto en 2018 como en 2022 fueron ínfimos.

Esos cinco escaños en Senado, e igual número en Cámara, no solo produjeron una distorsión de las realidades políticas y en las mayorías de origen democrático en las comisiones y plenarias, sino que se confirmaron marcadamente injustificados a partir de la reciente, primera y tardía condena a la excúpula subversiva. Pese a aceptar la autoría de 21 mil secuestros y múltiples delitos derivados no pagarán un día de cárcel y es claro que no cumplieron con los mandatos de justicia, verdad, reparación y garantía de no repetición a las víctimas. Un monumento a la impunidad.

Por otro lado, la opinión pública ya tiene una idea clara de hasta qué punto todo el promeserismo de la coalición de centroizquierda sobre un “cambio” en las prácticas políticas, el manejo de la cosa pública y el ataque a las principales problemáticas del país, resultó un espejismo. Por el contrario, el Gobierno derivó en una gestión accidentada, ineficaz y regresiva. Y esto explica por qué esas mayorías parlamentarias con que arrancó el Ejecutivo, sorpresivamente, se difuminaron y gran parte de su polémica agenda de proyectos y reformas se truncó, pese incluso a acudir a maniobras non sanctas para allanar apoyos, como se comprueba en el megaescándalo de corrupción de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres, que involucra a la cúpula de la Casa de Nariño, varios ministros y una decena de senadores y representantes.

Visto lo anterior y faltando apenas cinco meses para las urnas, resulta urgente que los partidos y movimientos por firmas aterricen su propuesta programática para el nuevo Congreso. A la par de definir la mecánica de la conformación de las listas y sus respectivas cabezas, hay que visibilizar qué propone cada colectividad frente a los flagelos más graves que enfrenta el país, como violencia desbordada, quiebra fiscal, desaceleración económica, implosión del sistema de salud, boom de narcocultivos, picos delictivos regionales y locales, aumento de la desigualdad, política exterior errática y otros tantos flancos en donde Colombia retrocedió en los últimos tres años a escenarios lesivos sin antecedentes…

Corresponde a los partidos, movimientos significativos de ciudadanos e incluso a los propios precandidatos y candidatos presidenciales impulsar la campaña electoral parlamentaria, impactar a la ciudadanía y derrotar la apatía en muchos sectores poblacionales. Habrá mucho en juego el próximo 8 de marzo. Enderezar la hoja de ruta de Colombia comienza, sin duda alguna, por consolidar unas mayorías en Senado y Cámara que apuesten por el futuro, la estabilidad, el progreso, la sindéresis y el respeto por el orden legal y constitucional. El país no puede volver a caer en el espejismo político que lo llevó al abismo actual.