Diario del Cesar
Defiende la región

Un desastre total

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En la segunda vuelta de 2022, votar por Rodolfo Hernández no era la mejor opción, pero para 10,6 millones de colombianos fue la única. Se trataba de elegir al “menos peor”. Y por apenas 680 mil votos se impuso el peor. Así de claro.

Desde entonces, los colombianos intuíamos que el de Gustavo Petro sería un mal gobierno. Su paso por la Alcaldía de Bogotá lo anticipaba, al igual que el resentimiento y el odio que arrastra desde su pasado guerrillero. Lo que no imaginamos fue la magnitud del desastre. Hoy, después de tres años, hasta la mayoría de sus votantes reconoce la amarga realidad: no estamos ante un mal gobierno, sino ante la ausencia total de gobierno.

De los más de sesenta ministros que ha nombrado, el noventa por ciento ha hecho de todo menos gobernar. Confundieron el Estado con un experimento personal y, en no pocos casos, con una caja para saquear el erario. La mayor corrupción de nuestra historia emergió desde agosto de 2022. La seguridad se resquebrajó en la primera semana, cuando debilitó a la Fuerza Pública en un acto de revancha. Con sevicia anunció su plan para desmontar el sistema de salud y lo ejecutó. Extendió la debacle a todos los sectores productivos, hundiendo la economía en la incertidumbre. Y mientras tanto, el despilfarro del presupuesto ha sido monumental. Un desastre total.

Petro creyó que llegar a la Presidencia era tener el mundo rendido a sus pies. Se alejó de los problemas que ha causado al país para entregarse a dos obsesiones: una campaña politiquera permanente, sostenida con los impuestos de los colombianos, y una agenda internacional que lo convirtió en idiota útil de las causas más extremistas. Pasó de ser presidente de Colombia a transformarse en aliado servil de la narcodictadura venezolana y en vocero de regímenes repudiados.

Así, Colombia quedó mal situada en el escenario mundial: tras romper relaciones con Israel, el grupo terrorista Hamás agradeció públicamente a Petro; por su permisividad con el narcotráfico nos asocian con sus carteles; por sus delirios ideológicos deterioró la relación con Estados Unidos, poniendo en riesgo una alianza estratégica de dos siglos. Hoy somos vistos como un país paria, alineado con las causas fallidas del planeta.

Mientras tanto, el panorama interno es igual de desolador. Estamos a un paso de alcanzar las 300 mil hectáreas de coca. En lo corrido de su mandato se han perpetrado 322 masacres con más de mil víctimas. Solo en 2025 han sido asesinados 152 líderes sociales. Un verdadero genocidio. Como si fuera poco, la llamada “primera línea” reapareció para sembrar vandalismo y miedo en las calles. Un desastre total.

A la par, Petro ha elevado el tono de su furia contra la oposición. Día tras día utiliza discursos y redes sociales para insultar, hostigar y estigmatizar, llegando incluso a poner en riesgo la vida de candidatas presidenciales como Paloma Valencia y Vicky Dávila. Está desbordado, sin freno y sin límites.

Cuando afirmamos que este es un desastre total, no hablamos en metáfora, sino en diagnóstico. Colombia atraviesa el punto más bajo de su historia reciente. La situación se volvió insoportable. Y la paciencia ciudadana, que ha resistido con admirable entereza, está al límite. Debemos prepararnos para el remate del caos, porque Petro, siguiendo a su ídolo Maduro, va a querer quedarse “por las malas”. Debemos enfrentarlo.

*Expresidente del Congreso