Diario del Cesar
Defiende la región

La ruta del Darién

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Digo la ruta del Darién, porque en eso se convirtió lo que denominábamos el tapón del Darién para significar exactamente lo contrario de lo que es ahora. Hoy es una ruta cuasi mortal, un sector de la geografía que se puede penetrar corriendo enormes riesgos.

Desde hace un buen rato, no sé desde cuándo, personas que tienen la ansiedad por llegar a conquistar eso que llaman el sueño americano han venido utilizando la ruta del Darién para hacer un itinerario realmente tortuoso, lleno de peajes controlados por organizaciones criminales y corriendo riesgos en la selva, en los ríos y en el mar difíciles de describir. He escuchado en algunas ocasiones relatos casi interminables de estos migrantes desesperados, y no hablemos de lo que significa ir acompañados de su familia, en ocasiones con niños de brazos o muy pequeños. Son historias desgarradoras y uno esperaría que alguna organización internacional se ocupara de disuadirlos o de hacerles más llevadera esa miedosa aventura.

Sin duda, la política anti migratoria de Trump tendrá esta ruta como uno de sus principales y más urgentes objetivos, en este caso para taponarla.

Sería sensato que Colombia controle esta parte del país oportunamente y no cuando estemos obligados a hacerlo.

Un excelente y audaz fotógrafo, Federico Ríos Escobar, acompañado de Julie Turkewitz, se empeñó en construir un ‘resumen visual’ de esta espantosa experiencia que desde 2023 ha sido utilizada por medio millón de personas buscando así “conectar pasados difíciles con futuros inciertos”, escribe Julie. Y añade que estas imágenes fotográficas convierten al Darién (es el nombre del voluminoso libro) en “un símbolo de la demanda mundial de refugio”.

Julie comienza su breve introducción con estas reflexiones: “Un bote en una playa de Colombia. Después del crepúsculo, el cielo es de un gris polvoriento, el mar de un azul turquesa. Los árboles enmarcan la escena y se abren a un claro. Frente a nosotros, una gran multitud de personas se reúne en la arena metiendo sus últimas pertenencias en grandes bolsas plásticas negras, con la esperanza de protegerlas. Nos dirigimos a Panamá, a una jungla que nos llevará a otro país, y luego a otro, y finalmente a esa legendaria tierra prometida: los Estados Unidos”.

Cada fotografía va acompañada de breves comentarios que ayudan a percibir el dramatismo de la situación que viven estos soñadores de una vida mejor que la que tienen en sus países, algunos tan lejanos como los africanos, para satisfacer así sus aspiraciones de bienestar y las de su familia. Horrible que esto ocurra en nuestro tiempo y cuando nos permitimos colosales desperdicios de dinero en obras o actividades que no se justifican ante la miserable situación que estos ciudadanos tienen que vivir por algún tiempo para llegar a la meta deseada y así huir de la precariedad de sus países o de la violencia que los ahuyenta.

Nunca se ha debido propiciar esta ruta tortuosa y trágica. Algún día conoceremos versiones escritas y hasta documentales o películas sobre la miseria que estos ciudadanos tuvieron que vivir impulsados por un deseo de mayor libertad o de bienestar, así este sea precario o, simplemente, sea una garantía de supervivencia.

*Exministro de Estado