Yessika Goveaduerme con sus tres hijos a la intemperie desde hace cuatro meses./NINOSKA REYES
De 19.878 venezolanos residenciados en el Cesar, 11.181 viven en Valledupar.
POR
NINOSKA
REYES URDANETA
No tener medicinas, ni alimentos, vivir 15 horas durante el día sin servicio eléctrico, un mes sin agua potable y ver pasar hambre a sus tres hijos, fueron motivos suficientes para que Yessika Govea saliera “corriendo” de su tierra natal hacia el vecino país en busca de auxilio y esperanzas.
A Valledupar llegó en “cola” hace cuatro meses proveniente del municipio San Francisco del estado Zulia en el occidente venezolano. Sus hijos y una pequeña maleta eran su única carta de presentación para enfrentarse a un nuevo estilo de vida, que aunque no es la solución a su problema, en gran parte es muchomejor que estar en Venezuela padeciendo las consecuencias de un gobierno que se muestra indolente a lo que a simple vista es una tragedia social.
Yessika, quien cuenta con 40 años, laboraba en su tierra natal como doméstica, pero lo que ganaba solo le alcanzaba para comer una vez al día sin poder cubrir el resto de las necesidades de su familia.
“No tuve otra salida, dejé mi casa propia al cuidado de una amiga, mis corotos y todo lo que por años logré con sacrificio, allá quedaron. La necesidad me obligó a perder el miedo y ahora vivo a la misericordia de los demás en un país que es un nuevo mundo para mí”, expresó entre lágrimas.
Esta humilde mujer, de contextura gruesa con un rostro que refleja la calamidad a la que se enfrenta, permanece sentada en los alrededores de una estación de transporte ubicada en la avenida 44 de Valledupar. En sus brazos mantiene a su pequeño hijo de tres años y a su lado dos niñas de 11 y 7 años. Entre plagas, moscas y fuertes olores que muestran la insalubridad en la que conviven, espera por la buena voluntad de los ciudadanos o la poca ayuda que su esposo vendiendo plásticos consigue a diario para alimentarse.
“A pesar de lo mal que vivimos, prefiero estar aquí con mi familia. Estamos en la calle como indigentes, pero todo es mejor que estar en Venezuela. Mis hijas están sin estudiar, pero comen tres veces al día que es lo que nos importa por ahora. A veces siento que no puedo más; es vivir entre la desesperanza y la fe de que todo pasará y regresaré a mi casita”, narró la desesperada mujer.
Durante un recorrido que realizó el equipo reporteril del DIARIO DEL CESAR por los alrededorores de la glorieta del Terminal de Pasajeros de Valledupar, entre las avenidas 44 y la Simón Bolívar, más de 30 venezolanos viven y duermen a la intemperie. Para muchos vallenatos están afeando la ciudad, pero la realidad es que son mujeres, hombres y niños que padecen una calamidad sin precedentes.
“Aquí pasamos lluvia, frío y hasta el inclemente sofocón de las temperaturas que durante los últimos días ha azotado a la ciudad. Nos bañamos si los dueños de algunos establecimientos de la zona se apiadan y nos ofrecen sus espacios. El agua la agarramos del primer grifo que conseguimos, cocinamos en leña y lavamos la ropa cuando se puede”, narró Yaneth Fuenmayor, una joven oriunda de Maracaibo también víctima de la crisis.
Manifestó, acostada en una delgada colchoneta y arropada para protegerse de la plaga, que esta vida no es fácil, pero considera que están en la necesidad de aguantarlo. “No me dan trabajo y me toca caminar por las calles para conseguir algo de comer o esperar la ayuda que por día intermedio traen organizaciones y dependencias municipales de la ciudad”.
CON UN COLCHÓN Y SU HIJO EN BRAZOS
“Con mi hijo de quince días de nacido decidí emigrar. Sólo traía conmigo un pequeño colchón y la pañalera donde guardaba lo poco que contaba para darle a mi bebé”, narró Génesis Urdaneta, quien junto a su marido viven la odisea de pedir limosna hasta reunir los 15.000 pesos necesarios para la comida, leche y pañales de su hijo que ahora cuenta con un año de edad.
Génesis, quien apenas tiene 20 años, muestra en su rostro la sombra de una crisis que ha acabado con su juventud y sus esperanzas de obtener la deseada estabilidad para su familia.
“Yo vivía en Maracaibo, trabajaba empacando fresas en el mercado más importante del municipio San Francisco, pero me tocó huir. No teníamos dinero para mantenernos y las deficiencias de los servicios públicos nos mataban lentamente”, dijo.
A Darwin Almary, esposo de Génesis, le toca lavar carros por solo 2.000 y 3.000 pesos. Explica que agarra el agua y la mantiene almacenada para que al momento de llegar algún cliente tener la manera de responder con su trabajo.
Dijo que muchos de los ciudadanos que pasan por la calle les regalan comida y hasta ropa. También hay organizaciones, iglesias y estudiantes que de vez en cuando nos traen alimentos en horas de tarde. “Esperamos por la buena voluntad de las autoridades venezolanas”, exclamó.
“NO SOMOS INVISIBLES”
Esta realidad no es ignorada por la comunidad de Valledupar. El joven vallenato Marcos Navarro, creó un personaje llamado “MarcÑero” cuyo objetivo esllegar a aquellos que tienen una condición de vulnerabilidad, a las personas a las que la vida no les ha sonreído y a aquellos que piensan que ya todo está perdido.
En este sentido, la población venezolana ha sido uno de sus focos de atención y cada quince días son entregadas unas 600 comidas a las personas que se encuentran en los alrededores del Terminal de Pasajeros de Valledupar y la avenida 44, explicó Navarro.
El grupo lo integran 35 personas aproximadamente, quienes bajo el lema “No somos invisibles” aportan un granito de arena a este problema social quemerece la atención de todos.
CONTROL SANITARIO
Jorge Juan Orozco, secretario de Salud Departamental, explicó que tomando en cuenta el grado de insalubridad a la que se expone esta población, autoridades de salud del municipio Valledupar se mantienen en constante vigilancia junto al departamento, para evitar que el caso se convierta en un problema de salud pública.
Orozco informó que se trabajan las áreas de embarazos en adolescentes, vacunación, promoción y prevención. También se garantiza la atención en el hospital Rosario Pumarejo y Eduardo Arredondo.
El funcionario destacó además que se lleva a cabo una labor conjunta con la Cancillería para apoyar la regularización de estos ciudadanos, para que se ‘sisbenicen’, registren y afilen a una EPS.