Diario del Cesar
Defiende la región

El Santander de Martínez Garnica

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Armando Martínez Garnica -historiador de larga travesía y actual presidente de la Academia Colombiana de Historia- acaba de publicar un libro indispensable: “La época de Francisco de Paula Santander”.

El estudio de Martínez Garnica entra a formar parte por derecho propio de la trilogía de trabajos fundamentales sobre el hombre de las leyes. Junto con los trabajos anteriores de David Bushnell “El régimen de Santander en la gran Colombia”, y la biografía de “Santander” de doña Pilar Moreno de Ángel, son estudios de obligada consulta para quien quiera tener una visión completa de los que fue la vida y obra del general.

Santander ha sido objeto a través de los tiempos de multitud de estudios, encomiásticos unos o ditirambos despiadados otros. El mayor mérito a mi entender del estudio de Martínez Garnica es su objetividad y el equilibrio historiográfico que despliega ante tan controvertido personaje.

La trayectoria vital del general Santander la divide Martínez en nueve facetas. La primera cubre desde su nacimiento en 1792,  su niñez y su época de estudiante en el colegio de San Bartolomé en Bogotá; la segunda, su primera experiencia militar en las batallas de los valles de Cúcuta;  la tercera  va de 1815 a 1816 cuando sirvió bajo las órdenes de Custodio García Rovira, su maestro en San Bartolomé en la defensa de la nueva Granada ante el avance arrollador de las fuerzas pacificadoras del general Morillo, defensa  que termina en derrota terrible en el páramos de Cachirí; la cuarta época  cubre el periodo que va desde cuando el general Bolívar lo nombra general de brigada y le encargas organizar los contingentes colombianos que van a participar en la vanguardia de la memorable campaña que termina con el triunfo de Boyacá en 1819; la cuarta experiencia vital de Santander cubre el periodo que va desde  el 20 de septiembre de 1819 hasta el 20 de agosto de 1827, cuando se desempeñó como vicepresidente de Colombia en un tiempo en el que, al decir de Martínez Garnica, había dos presidencias simultáneas: una en la sede del antiguo virreinato, es decir en Bogotá,  que  regentaba Santander; y otra itinerante y  a caballo, sobre la cual cabalgaba la figura incansable del libertador camino a los triunfos de Junín y Ayacucho que habrían de consolidar la independencia total del territorios Americano.

La quinta etapa es aquella  cuando se despliegan los mejores talentos administrativos de Santander en el ejercicio de sus responsabilidades como vicepresidente de la nueva República durante seis años; la sexta experiencia de su parábola vital cubre el tiempo de las desavenencias con el libertador,  la agonía de la Gran Colombia y el fracaso final de la convención de Ocaña; la séptima experiencia vital cubre el espacio de tiempo que va desde la noche septembrina en cuya organización se vio envuelto el general Santander, aunque nunca se comprobó su participación efectiva en el atentado contra el libertador, y su prolongado  exilio en Europa. La octava etapa cubre el tiempo en que ocupó el cargo de primer presidente de la Nueva Granada cargo que ocupó hasta el 1 de abril de 1837; la novena y última experiencia, cubre los tiempos en los que lideró la oposición desde la cámara de representantes al gobierno de José Ignacio de Márquez hasta el 31 de marzo de 1840 cuando fallece.

Uno de los mejores momentos a mi juicio de la vida de Santander, que describe muy bien Martínez Garnica, son los días en que desde el Casanare defiende la autonomía de la Nueva Granada frente a la convención de Angostura. A pesar de que no comandaba en ese momento más que un puñado de exiliados que habían logrado huir de las tropas de Morillo, mantuvo la dignidad de la Nueva Granada y sostuvo la tesis de que la presencia granadina en aquel célebre congreso fundacional sería como un país independiente y no como una mera colonia de Venezuela. Esta tesis que había sido desarrollada también por el profesor Carlos Restrepo Piedrahíta, permite afirmar que el general Santander fue no solo artífice de la idea de Colombia como entidad política independiente sino el más lúcido defensor de lo que significaba la “colombianidad” desde los primeros tiempos en los que se organizaba, a comienzos de 1819, el congreso de Angostura.

Por todas estas razones y por mil otras que se desarrollan con el ojo escrutador del buen historiador que es Armando Martínez Garnica, es justo reivindicar la figura del general Santander -a pesar de sus muchos defectos que también tuvo- pero que esta nueva biografía del hombre de las leyes pone en su justa e imparcial perspectiva.