Diario del Cesar
Defiende la región

¡Porque soy liberal…!

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Porque el liberalismo como la razón, tiene incorporada su crítica, puedo expresarme en malos términos del liberalismo, y en efecto lo hago para ilustrar la historia de esta doctrina, a riesgo que despistados piensen que es una contradicción. Por ejemplo, al principio la relación que estos tenían con la democracia es para ponerse a llorar, excluyeron a las mujeres (medio mundo) que tanto aportaron; adoptaron el censo para restringir los derechos políticos a ciertos sujetos de la sociedad, también al principio, ofrendaron la sangre de millones de trabajadores desprotegidos a las máquinas, entre estos, miles de niños, no compartieron los ideales de libertad, igualdad y fraternidad con los negros (Haití) y etnias con resultados de violencia y exterminio etc.

Tal vez porque soy un convencido de que la sociedad debe estar por encima del Estado, la vida por encima de la estructura, los hombres dominando el instrumento y las experiencias; de lo contrario, se habrá caído en totalitarismos funestos, opresivos, militaristas y violentos.  El marxismo, la mejor muestra en la oposición, se mimetiza en defensa de derechos, reclamación de participación, " sensibles y buenos " pero una vez se hacen con el poder aplastan la individualidad con el instrumento, el Estado; le sobran " razones" para hacerlo, recuerden lo dicho por Marx y Lenin.

Creo en la fuerza de la individualidad en los mismos términos expresados por los primeros liberales, ese es el motor del progreso, del cambio, del éxito de una sociedad.  Hay unos hombres que por encima de otros, si se les garantiza la libertad, visionan, arrastran, conducen, hacen empresas, proyectos, inventos que hacen la diferencia.  Cierto que esa sociedad como dice Habermas, debe ser de hombres libres e iguales y como expresa, Stiglitz, la libertad y el mercado tienen distorsiones que el Estado debe corregir, pero es otro punto que no le quita verdad al primero.

Los liberales que sintieron el mordisco terrible del "poder" abrigaron contra él, una desconfianza genética, por ello ante la pregunta quién debe gobernar, rechazaron la respuesta platónica de que sean los mejores, acogiendo la interpelación aristotélica de que aun los mejores se corrompen si se les permite todo el poder, por lo que su primera acción fue dividirlo en las funciones ejecutivas, legislativas y judicial; introduciendo además dos límites; el primero, un estado mínimo pequeño con pocas intervenciones y el segundo, la ley o Estado de Derecho a que debían someterse tanto gobernantes como gobernados, pero en especial los primeros que detentarían el poder.

Así los liberales desde nuestra génesis, tenemos una especial convicción de la naturaleza humana y nuestra relación con el poder.  Pensamos que la verdadera embriaguez humana, la causa el poder. Así, la ley se trae más para frenar al gobernante que detenta el poder y así proteger a los gobernados y garantizarle su libertad que para los gobernados que discurren en un régimen de libertad, es decir, que pueden hacer todo lo que no está prohibido, mientras que los gobernantes exactamente al contrario están en régimen de reglas y permisos con que tienen que justificar cada uno de sus actos.

Con muchos ejemplos que mostrar, un hombre con poder es peligroso (si lo concentra es un dictador), de ahí parte todo el ideario liberal; teniendo como correlato que ese poder no interfiera la libertad del individuo, llamados a protagonizar y a predominar como debe ser, puesto que al contrario del Estado meramente instrumental, las personas son fines en sí mismos. Los gobernantes surgen en el Estado de derecho con funciones limitadas, prácticamente se les reduce a la pasividad de ahí que las normas predominantes sean las de prohibición, mientras más adelante esta relación se invertiría, pasando a comandar las normas de mandato.

Toda la bondad que subyace la introducción del principio de legalidad, es decir, de límite al poder, termina burlada cuando regímenes de izquierda y de derecha masacraron personas legalmente, ocurriendo un inversión, la ley en vez de frenar el poder es utilizada por este para interferir personas; el Estado pasa de limitado y mínimo a ilimitado y máximo, cambiándose el lema liberal de proteger al individuo a el Estado, por proteger al Estado de los individuos, de lo cual es muestra suficiente los positivismos que pulularon por doquier, en los cuales se hablaba de individuos peligrosos y las consecuentes medidas predelictuales y postdelictuales etc.  Delitos sin lesión como el homosexualismo, el adulterio, etc., los derechos pasaron de ser naturales a ser otorgados por el Estado.  Después del festival sangriento de las izquierdas y derechas, regresó la pretensión liberal de frenar el poder, esta vez abandonando la formalidad legal, relegándola a un segundo plano, para adoptar límites materiales del poder con lo que los derechos ocuparon la primacía en el vértice axiológico y jurídico, para entonces el liberalismo primigenio había sufrido.

El Estado no siendo el centro, teniendo un valor instrumental, mientras la sociedad, el centro y el fin, no expresan esa relación jerárquica en la práctica; el Estado, capacitado, con medios, presupuesto, conscientes organizados en una estructura, mientras la sociedad, casi que lo contrario, sin presupuesto y medios, en la ignorancia, totalmente dispersos y sin conciencia.

*Abogado