Ambas son amantes del buen sabor, viven de eso, de la creación y enseñanza de los mejores manjares de la región.
POR: MERLIN DUARTE
La exquisitez de sus productos no se pone a prueba, sino que se comparte, se disfruta y se divulga. Ejemplo de ello es que al preguntar por las mejores dulceras casi todos las referencian.
Se trata de Rita Mercedes Lúquez Nieves y Rafaela Barros Bello, aguerridas mujeres, ejemplo de emprendimiento, lucha, perseverancia, paciencia y pasión por su labor.
Rita es una vallenata, nacida en el barrio Cañahuate hace 66 años, de los cuáles 39 se los ha dedicado a la preparación de deliciosos dulces, de todos los gustos, tamaños y sabores. Es una experta, tanto que se ha convertido en la mentora de cientos de mujeres que hoy replican sus recetas, aquellas que tienen como ingrediente principal el amor.
Muchos la conocen por ser la creadora de ‘La Feria del Dulce’, que durante más de 25 años tiene lugar en el corazón de Valledupar, a un costado de la Plaza Alfonso López, durante la Semana Santa; desde el Domingo de Ramos hasta pocos días después del Domingo de Resurrección.
A raíz de toda su experiencia y habilidad, hoy es la líder de la fundación ‘La matrona y sus mujeres’, dedicada a las artesanías y a los dulces típicos de la región.
Rita es instructora del Servicio Nacional de Aprendizaje, Sena, lo que le ha permitido dejar en cada estudiante su legado, que no solo se basa en los dulces, sino en la creación de platos típicos de la región como lo son los enyucados, chiricanas, almojábanas, panes de bono, arepas, carne molida y hasta carne pangada con piedras.
“Yo tengo un grupo de mujeres donde hay jóvenes y mayores que yo. Me respetan, me ayudan, me escuchan y obedecen”, expresó Rita en una charla amena en la amplia sala de su casa ubicada en el barrio Dangond, del que fue fundadora.
Ella no deja que nadie inexperto venda dulces en la feria, puesto que en todo el equipo recae la responsabilidad de ofrecer productos de calidad. “Van a decir que son las dulceras las que venden dulces malos”, indicó.
Por su parte, Rafaela proviene de Villanueva, La Guajira. Hace más de 30 años vive en Valledupar y se radicó en una humilde vivienda en el barrio San Martín, específicamente en los alrededores del parque del sector, en donde constantemente se ven entrar y salir personas con muchos pedidos, ya que convirtió su pequeña residencia en una fábrica de dulces, los cuales son preparados en el gran patio de su casa y envasados desde una pequeña sala donde solo se observan vitrinas y mesas con variedad de manjares.
Esta mujer de 55 años está decidida en conservar y preservar la tradición de los dulces; al igual que Rita, desea que en todas las familias vuelvan a la costumbre de hacer dulces en las casas en esta época de la Semana Mayor.
“He enseñado a mis hijos a que no pierdan la tradición, porque es muy buena, trabajamos de forma manual, en familia y generamos empleo a otras personas”, manifestó esta enérgica mujer que inició su labor vendiendo leche, luego dulces de leche y ahora es una microempresaria de toda clase de dulces. Diariamente se dedica a esta actividad, aumentando su productividad en Semana Santa, Festival, vacaciones y en época decembrina.
Rafaela le madruga al trabajo, así como lo hacen sus cerca de 15 empleados, a quienes les cancela de manera diaria. Por estos días el trabajo es arduo, pero no importa, porque para ella es felicidad. Aclara que es su vida y la cual le ha ayudado a darle lo mejor a sus hijos.
HISTORIAS SIMILARES
Tanto Rita como Rafaela han heredado una tradición familiar que en cada Semana Mayor es más visible. Ambas recuerdan cómo en esta época las abuelas preparaban toda clase de dulces para repartir a los vecinos y recibir también de ellos, aunque hayan sido de los mismos sabores, puesto que el objetivo siempre fue compartir y familiarizarse.
Rita recuerda con alegría a su abuela, mientras que a Rafaela las lágrimas le delatan su tristeza al traer a la memoria a su madre, por quien dice amar y preservar este oficio, tanto que el 90% de sus empleados son familiares; hijos, hermanos, sobrinos, primos y algunos vecinos.
Rita tiene siete hijos, Rafaela 10. Rita vive con su esposo, Rafaela es madre soltera y pese a la falta de apoyo del hombre en casa, nada les ha hecho falta, tanto así que ya dos de ellos son profesionales.
Rita nunca dejó de estudiar, ha sido su pasión y ha trabajado en la empresa pública y privada. En la Alcaldía fue donde consiguió la posibilidad de exponer sus dulces al pie del palacio municipal con el objetivo de promover siempre tradición. El primer año inició con dos mesas y hoy, casi tres décadas después, son más de 100 las dulceras que se reúnen a un costado de la Plaza Alfonso López para vender sus productos. Son tantas que este año decidieron ubicarse en otros lugares como el parque Las Madres, Los Cortijos y El Viajero.
Por su parte, Rafaela quisiera que su dulcería fuera una huella inolvidable de su madre Hilda Abello, quien daba todo de sí por los dulces.
“Esta es mi pasión. Le dedico todo el tiempo, todo el día, no quisiera que hubiese noche. Hasta he soñado que estoy haciendo dulces. Dios me ha dado mucha fuerza y aquí sigo, de pie, ayudando a mis hijos. Nunca necesité la mano de un hombre y le pido siempre al espíritu Santo que me ilumine”, expresó Rafaela.
Por su parte Rita especificó que se siente feliz, “orgullosa de tener este grupo de mujeres. Siento que con ellas no he perdido mi tiempo; me han ayuda, respaldado, colaborado y servido en todo evento en el que les he necesitado, por eso no dudo en ayudarlas igual o con más ganas”.
Agregó que cada año crea un nuevo dulce como el del queso, pepino y café, y el de este año es el de toronja en almíbar.
A LOS DULCES SE LES CANTA, BAILA Y HABLA
Estas dos mujeres, ambas con más de 30 años de experiencia en la preparación de dulces, aseguran que la mejor receta para cualquier manjar es hacerlos con amor. Rita les canta, les baila, “porque si está guapo le va a salir amargo, se le va a quemar”, especificó, al tiempo que indicó que ya casi no hace dulces, sino que enseña a todos los alumnos para que sean ellos los que repliquen la tradición.
Mientras tanto, Rafaela trabaja de día y noche, se la pasa todo el tiempo en producción. Aclaró que “hacer dulce no es para to’ el mundo”, es para una persona que le tenga amor y bastante pasión, para que no se dañen.
“A toda la gente de Valledupar les digo que siempre hagan los dulces, que nunca olviden lo tradicional, a nuestros ancestros”, concluyó Rafaela.
LA FERIA DEL DULCE
Así como Rita y Rafaela, son muchas las mujeres en Valledupar que por años se han dedicado a la producción de dulces en Valledupar, quienes son mayormente visibles en esta época, puesto que varias de ellas hacen parte de la tradicional ‘Feria del Dulce’, que se ubica cada Semana Mayor a un costado de la Plaza Alfonso López.
Desde el Domingo de Ramos la variedad de sabores se hace presente y propios y foráneos acuden masivamente a degustar de los dulces así como de las misas de tradición. Las emprendedoras ofrecen una amplia variedad de manjares, entre los que el público puede encontrar las preparaciones más tradicionales y otras novedosas dependiendo el gusto y paladar de quienes se acercan al Centro Histórico de la ciudad.
Dulces de maduro, coco, leche, papaya, tamarindo, café, leche cortada, dulce de mango, arequipe, brevas, ciruelas, guandú, ñame, piña, mango, arracacha y múltiples variedades, están de nuevo a disposición de todos; entre la diversidad existente llegó la cereza con arequipe, otro de los manjares de esta Feria del Dulce.