Diario del Cesar
Defiende la región

Silencios y significaciones

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Samarios y magdalenenses pareciera que tuviésemos miedo de decir las cosas que nos preocupan. Cómo si hacer lo cual en ello se nos fuera la vida. Mucho silencio. Nadie refiere las cosas peores (aunque no hay nada bueno ni mejor para decir se comenta en voz baja). Cunde el silencio en las conversaciones de amigos, como si estuviésemos en bandos opuestos y se comenzaran a romper los vínculos entre nosotros, lo que me lleva a colegir que es un silencio lleno de significados y conveniencias. Conozco nuestros suelos como lugares con fuertes sentimientos por lo que está pasando. Hoy es difícil reproducir el sentimiento de esa mayoría que sólo es capaz de darlo a entender con una mirada o con un gesto. Siempre en silencio, lo que es alarmante. Hablan sí, voz en cuello, los aúlicos.

Mucho se ha cambiado. Para mal sostienen algunos. Cada vez es menos lo que nos reúne. Costumbres, formas de ver la vida y hasta horarios, ya no son lo que eran. Somos otra realidad. Entiendo que se reciben influencias, pero no que las mismas avasallen lo que siempre habíamos sido y no seamos capaces de mantener nuestra esencia. No me mal entiendan por favor. Sé de qué estoy hablando y de seguro, ustedes también. Un territorio es, además de todo lo que lo contiene, un espacio de derechos y solidaridades. Por eso siempre será traumático deshacerlos. Quedará entonces pendiente recrear experiencias comunes, memorias, acontecimientos, juegos, situaciones, circunstancias, sucesos, pilatunas, películas, libros, dichos, apodos, personas y más.

Mucha ha sido la historia recorrida juntos, de ahí que aterre el cierto desarraigo que se palpa. Casi desaparecido está el sentimiento de pertenencia, lo que es inadmisible. Siempre fuimos un lugar mejor. De afuera han llegado a reemplazarnos y no de buena fe ni con las intenciones mejores. El orden se trastoca y se tambalea. ¿Cómo entender y definir esta época en que tantos tienen miedo? Se me ocurre, como creería qué a muchos, dan ganas de cambiarlo todo al comprender lo que ha sucedido, a veces a nuestra espalda y otras con un aplauso vergonzoso y vergonzante, mientras imaginamos estructuras que nos permitan dar lo que deberíamos y tendríamos que dar para volver a ser lo mejor de lo que antes éramos en contexto de ser más nosotros. Parecemos ya extraños en tierra propia.

Escribo esto por cuanto me siento invadido de un sentimiento profundo, triste si se quiere. Es un sentimiento de desperdicio que debe obligarnos a confiar en la fuerza creativa de nuestra grandiosa convivencia de ayer, para no olvidar que es posible preservarla sin renunciar al hoy, al reconocimiento de cada cultura mestiza de las que bebe nuestra cultura común. Definitivamente algo se ha roto del ayer, roturas que deben cicatrizar, con la esperanza de contribuir a hacer renacer ese pasado, que permita recobrar nuestra identidad y proyectarnos hacia un mejor porvenir para todos sin excepción. Debe ser lo cual tarea indeclinable e irrenunciable por demás. saramara7@gmail.com

*Abogado