Procesos masivos, condenas a muerte y ejecuciones aumentaron en el Egipto del presidente Abdel Fatah al Sisi, donde decenas de detenidos esperan en los corredores de la muerte el ahorcamiento.
Desde la destitución del presidente islamista Mohamed Mursi por el ex jefe del ejército en 2013, se ha impuesto una represión implacable a cualquier forma de oposición, sea islamista o no.
Varias familias de detenidos ejecutados o condenados a muerte contaron sus situaciones a la AFP, que escogió utilizar seudónimos para proteger sus identidades, así como la de un detenido que se encuentra en el corredor de la muerte.
El hermano de Leila, Amr, fue colgado en febrero.
“Supe una noche que debía ser ejecutado al día siguiente. Estábamos conmocionados. Mi madre se volvió loca”, dijo a la AFP, y agregó: “Fue una noche terrible. No se lo deseo a nadie”.
El hombre era acusado, con otros ocho, de haber asesinado al ex procurador general Hisham Barakat, muerto en un atentado con coche bomba en junio de 2015.
Tras su detención en febrero de 2016, apareció, según su hermana, con huellas de torturas y cicatrices en el cuerpo.
En 2008, “al menos dos personas” fueron ejecutadas y “al menos cinco” en 2009, según Amnistía Internacional.
Según un informe publicado el miércoles por la ONG, Egipto ocupaba en 2018 el sexto rango mundial de la clasificación de penas de muerte aplicadas con al menos 43 personas ejecutadas.
Además, “el número de sentencias capitales pronunciadas subió rápidamente hasta alcanzar 717 condenas a muerte, la cifra más alta jamás registrada por Amnistía Internacional en el país”, subrayó la ONG.
Y según un informe publicado recientemente por organizaciones locales de defensa de derechos humanos, 92 personas en total habrían sido ejecutadas en 2017 y 2018.