Diario del Cesar
Defiende la región

Por una tercera oportunidad sobre la tierra

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Porque la Primera podría datarse entre el siglo VIII a. C. y el VIII d. C. La Segunda se puede medir desde el siglo VIII d. C hasta después de la segunda mitad del siglo XVI, con la llegada del conquistador y el colonizador, por quienes  prefirió irse monte adentro, tierra abajo o montaña arriba, antes que caer sometida bajo su poder avasallador. Y la Tercera es por la que están clamando en estos días tras otros cuatrocientos años de iniquidades cometidas contra ellos por “el blanco”.

Claro que nos estamos refiriendo a la ancestral cultura de Tierradentro, nombre dado por los españoles a esa zona donde buscaron refugio los paeces, al sentirse encerrados entre montañas. Dicen que pudieron haber sido desplazados por allá por esos adentros, como diría Máximo Movil, por otras tribus más poderosas. Pero de lo que no hay dudas es que los conquistadores fueron sus enemigos históricos, contra quienes batallaron por la defensa de su cultura, que fue enajenada, y por el sostenimiento de sus territorios, que fueron expropiados.

Sus sobrevivientes, al igual que sus antepasados, cultivaron la tierra, cincelaron estatuas, modelaron figuras y objetos teniendo como materia prima el barro y el oro, e hicieron tumbas bajo tierra, como los cristianos en Priscila. Esto último los identifica como una cultura de sobrada espiritualidad, que tenía una enorme relación con sus tradiciones, siendo una de ellas el respeto por la muerte, lo que los llevó a construir cementerios a profundidades que van de loscuatro a los seis metros: los hipogeos. Son estas, sin equívocos, sus obras más maravillosas, edificadas con una enmarañada estructura consistente en escaleras, trampas y giros, que dificultaban la entrada y la salida de extraños, específicamente de sus perseguidores.

Santander de Quilichao, Caloto, Toribío, Caldono, Timbiquí, Guapi, Cajibío, Piendamó, Paéz, Inzá, El Tambo, Balboa, Bolívar, son nombres que solo se pueden dar en esa vasta región del Cauca y fueron y son asentamientos donde quedó la impronta de los paeces, verdaderos y únicos herederos de Tierradentro. Para algunos parecen ser apelativos que se relacionan con violencia. Y por supuesto que sí. Tras la derrota del colonizador, en donde participaron millares de indígenas y negros, se hicieron presente todas las formas de violencia con su cuota de muerte y desolación entre sus sobrevivientes. Hasta se armaron cuando terratenientes y latifundistas liquidaron uno a uno a sus mejores líderes. Diálogos y conversaciones se han llevado a cabo con uno y otros gobiernos. Ofrecimientos y promesas se han escrito en volúmenes de papeles, pero a la hora de constatar con la realidad, esta es tozuda.

No se trata, como diría su majestad el rey Felipe VI de España, en respuesta a la carta de Andrés Manuel López Obrador, de evaluar los hechos de antaño con un rasero moderno. Es decir, no es que las comunidades indígenas que siguen clamando la presencia del alto gobierno en el occidente del país, estén reclamando sus posesiones de la era precolombina. Ni siquiera de la más reciente. Lo que piden es un alto a tantos siglos de despojo y cumplimiento de promesas incumplidas.

Es en eso que radica lo lamentable de la situación que se vive en el Cauca ante la protesta indígena que ha significado pérdidas millonarias para la economía nacional. Y en donde el sectarismo, la terquedad y la ineficiencia oficial son responsables de  una alta cuota.