Diario del Cesar
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El silencio de las notas en el trono de los reyes

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La regla inquebrantable de nacer, crecer, reproducirse y morir, no tiene excepción ni escatima profesiones. Los músicos por el don de repartir alegría son seres de los cuales más duelen sus partidas, porque además del vacío corporal,  dejan un registro sonoro de sus obras que aviva más el sentimiento cada vez que se escuchan sus canciones.

En el marco histórico del Festival de la Leyenda Vallenata, son varios los vacíos que se han dado por el ineludible paso del tiempo y los relevos generacionales, por tal, son muchos los que se han ido, dejando el eco de sus pitos en la membrana sentimental de sus seguidores

El dolor no tiene mediciones, cada quien siente de acuerdo al apego del ser que parte, pero es indudable que hay impactos que pegan de una manera más general que otros, y existen manifestaciones que aparentan ser alegres pero esconden en el maquillaje un caudal de lágrimas que terminan aflorando en las soledades.

Del catálogo de reyes del Festival Vallenato que han desfilado al pasillo celestial, los 4 inicialistas de la lista  ya no están en el paraíso de acordeones que les aplaudió y gozó sus interpretaciones en la competencia en la  que ciñeron la corona aclamados por sus barras, algunos con más sonoridad que otros.

Tal vez, uno de  los más queridos fue Alejandro Durán cuyo triunfo a pesar de que apenas despegaba el certamen, fue uno de los más sonoros, aparte de la popularidad que emanaba por su condición humilde.  Alejo, siempre se granjeó la querencia de los afines de su estilo.

En la segunda ocasión que se presentó al Festival con motivo del primer Rey de Reyes, también recibió la ovación del respetable ante la eliminación en donde él mismo proclamó su error por deterioro de su acordeón en plena acción, ese momento causó un delirio colectivo que más adelante pasó a la protesta porque el triunfo fue para ‘Colacho’ Mendoza. Esto dio origen a un Festival que se creó en su pueblo, al que denominaron ‘Pedazo de Acordeón’ a manera de desagravio por lo que había ocurrido en Valledupar.

La muerte de Alejandro fue uno de los golpes más certeros que ha tenido el vallenato, por su carismático perfil y por la autenticidad de su estilo que transpiraba el aroma del sudor campesino,  y la fragancia de los corrales en donde aprendió sus primeras notas de acordeón.

En Montería se apagó la voz del negro rey, quien tuvo la fortuna de abrir la fila en esta formación de acordeoneros que hoy tienen 52 años de estar abonando las raíces de una cultura en el Festival de la Leyenda Vallenata, algunos de los cuales, por lo adelantos folclóricos y el cambio generacional, a veces tienden a desligarse del tronco genealógico.

 

COLACHO Y CALIXTO

 

Al segundo rey vallenato, Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, también lo sacó del listado la parca inexorable, la que le hizo cerrar su acordeón después de una larga trayectoria como segundo rey vallenato y Rey de Reyes en 1987, amén de haber sido el animador de las grandes parrandas sociales que ayudaron a meter el vallenato en las esferas sociales de la capital del país y de haber disfrutado una era comercial con varios vocalistas modernos del folclor. 

A pesar de que su triunfo en 1969 fue la primera protesta de la que se tienen noticias a lo largo del Festival, que ese año tuvo como favorito a Lisandro Meza, más tarde el público entendió que ajustado a los cánones del folclor, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, fue el ganador, lo que demostró posteriormente en su impecable estilo que logró posicionar con Poncho Zuleta, Diomedes Díaz y Jorge Oñate, con quienes vivió épocas doradas en su profesión.

Otro de los reyes que está  en la eternidad es Calixto Ochoa Campos, fallecido hace 3 años en Sincelejo, la ciudad que lo acogió cuando sefue de su tierra, Valencia de Jesús, en búsqueda de una gloria que consiguió en territorio sabanero, pero quiso que su cuerpo descansara en su pueblo natal, voluntad que se le cumplió en el camposanto donde están sus padres y hermanos, después de traerlo en una caravana  que, por donde iba pasando, los claveles arrojados simbolizaron los aplausos que en vida recibió. Calixto ganó con honores el tercer Festival en 1970 y murió un 18 de noviembre de 2015.

 

PACHECO, MARTÍNEZ  Y JULITO

 

Alberto Pacheco Balmaceda, fue el primer acordeonero no de la provincia, que se ganó una corona vallenata, fue el cuarto en la secuencia del concurso, en donde se batió con gallardos competidores entre estos Luis Enrique Martínez que llegó con descomunal popularidad y apropiado de un estilo matriculado en el auténtico vallenato de Luis Pitre y Chico Bolaños, sin embargo, el jurado vio otra cosa,  dándole paso a otra protesta de la gente que vio ganador a Luis Enrique Martínez, ‘El Pollo Vallenato’, como le llamaban. A pesar de que Pacheco no era tan visible en el concierto local, logró hacer algunas obras que quedaron para la posteridad, como la Puya ‘La Cacería’ y el merengue, ‘Francisco El Hombre’. Alberto Pacheco murió un 29 de septiembre de 1983.

Otro acordeón que cerró sus fuelles terrenales fue el de Luis Enrique Martínez, considerado el padre del actual vallenato que ostentan los acordeoneros modernos que se someten a participar en  los festivales vallenatos, su mezcla de pitos y bajos es un ritual que solo asimilan  los ejecutores que se cobijan con la maestría del ‘Pollo Vallenato’. Luis Enrique es de los reyes fallecidos, el que más actualidad artística refleja, su nota parrandera se apagó un 25 de marzo de 1995 después de un largo penar y en medio de una pobreza que contrastó con su millonaria memoria.

Uno de los más representativos músicos de la sabana fue Julio de La Ossa Domínguez, oriundo de Chochó Sucre, batalló en varios festivales hasta coronarse en el Octavo Festival en 1995, tuvo que sortear las primeras falencias que los intérpretes oriundos de la sabana tenían,  especialmente, en la interpretación de la puya.“Julito”, le decían cariñosamente por su estatura, pero fue un gigante de las notas, vivió en Valledupar largos años, su casa en el barrio Dangond era un lugar panegírico a la parranda en donde se concentraban sus paisanos que venían a Valledupar al igual que muchos músicos locales que eran afines al estilo de Julio de La Ossa quien murió en Montería el   28 de septiembre 1998.

 

LÓPEZ, SALAS Y ROJAS

 

En el año 2007  el luto se sembró en una de las familias  más puras del folclor, la  dinastía  López, ese año otra corona vallenata dejó las sienes del rey profesional,  Elberto ‘El Debe’ López,  para dejarlo partir con su inocente sonrisa al Olimpo del infinito. Era, como toda su familia, oriundo del municipio de La Paz, emporio de babilónicas parrandas y paso obligado de todos los investigadores de esa cultura vallenata, los que encontraban  en la casa de Pablo López, padre, no solo un alojo parrandero sino la estructura de una prole que se enfiló en un ejército armonioso al servicio del folclor. De esta familia subsisten los también reyes vallenatos, Miguel, Álvaro y Navín López. ‘El Debe’ se coronó rey en el Festival número 13 en el año 1980.

La tristeza volvió a tocar el pentagrama de los reyes del acordeón de Valledupar cuando la parca se llevó a Rafael Salas, un heredero de la nota de El Plan, Sierra Montaña , un caserío enclavado en la cordillera en donde por años ‘flequeteó’ oronda, la emblemática Sara Baquero, la madre de Emiliano Zuleta Baquero y del maestro Toño Salas, fue ella una de las responsables del despunte del vallenato por el acogimiento que le brindó a los parranderos que escampaban en ese entorno, en búsqueda de una naturaleza que nutriera el intelecto folclórico.

Rafael Salas era nieto de la ‘Vieja’ Sara, un digitador que supo blandir su herencia, sacudió con fuerza los fuelles, para arrancar melodías con raíces de la pura estirpe familiar, de ese mismo entorno que vio levantar ejemplares como Emiliano Zuleta, Toño y Simón Salas y todos los descendientes de un ADN montañero. Todo ese trasegar de Rafa quedó en la historia cuando en franca lid se coronó rey en Valledupar en el Festival  de 1979, la muerte se lo llevó a los 58 años un 20 de abril de 2011, hizo una gran pareja musical con el también fallecido cantante Armando, ‘El Tanque’ Moscote.

El último monarca en partir de esta galería de los reyes vallenatos fue Julio Rojas Buendía, quien al igual que ‘Colacho’, Mendoza, también se ciñó dos veces la corona, con la diferencia de que, una de las diademas  de Mendoza fue de Rey de Reyes. Rojas, ganó en los años 1983 y 1994 tras grandes contiendas, y cuando intentó participar por la tercera queriendo igualar a Alfredo Gutiérrez, fue descalificado al llegar al concurso con una caja con parche sintético, cuando los reglamentos dicen que debe ser de cuero de chivo.  

Este acordeonero era natural de San Juan Nepomuceno pero residía  en Barranquilla, su nota a pesar de ser sabanero, tenía una gran similitud a la escuela de Emiliano Zuleta, así lo demostró en los festivales y en los grupos musicales en los que militó con gran éxito. Logró hacer una profunda amistad con el Nobel Gabriel García Márquez, de quien se convirtió en su acordeonero personal y eso lo llenaba de mucho orgullo.

Una enfermedad coronaria se lo llevó luego de haber superado en primera instancia una intervención quirúrgica. Su cuerpo reposa en un cementerio de Barranquilla a donde murió un 20 de junio de 2016.

Como dato curioso o coincidencial, todos estos reyes murieron por afecciones cardiacas, ese corazón que no solo les soportó los problemas sentimentales de los amores furtivos,  tuvo a su vez que soportar el peso del instrumento el que en sus épicas contiendas y parrandas recostaban con fuerza sobre ese pecho que servía de coraza a ese músculo que al final terminó partiendo los pitos de su resistencia, empeorado también, por las opulentas parrandas en las que corrían impetuosos ríos de licor.