Diario del Cesar
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La ´limpieza´ que está haciendo el papa Francisco

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Nunca antes un Papa había afrontado una crisis tan descomunal como la que le ha tocado vivir a Francisco a raíz de la deteriorada imagen por cuenta de los abusos sexuales.

En la reciente cumbre de las conferencias episcopales católicas de todo el mundo, citada por el Papa Francisco para tratar exclusivamente el gravísimo problema de los abusos sexuales contra menores de edad cometidos por miembros del clero, arrojó luces y el prelado ha empezado a tomar decisiones

En el Vaticano, los obispos y el Papa hicieron un profundo examen de conciencia y, hasta donde se sabe, un “propósito de enmienda” para fijar las directrices que en lo sucesivo deberán cumplir las estructuras del clero católico cuando se presenten casos, denuncias y evidencias de abuso sexual contra menores de edad.

El Papa Francisco es plenamente consciente de los alcances de la crisis moral y de credibilidad que los casos de abuso, a lo largo del mundo, han generado a la Iglesia. De hecho, en cada uno de sus viajes pastorales a los diferentes países que visita, se encuentra con el reclamo de víctimas que le piden ser escuchadas.

Las sociedades llevan décadas en un imparable proceso de secularización en el cual, si bien sectores apreciables siguen observando los ritos y atendiendo las creencias propias de sus credos religiosos, ya no se rigen en exclusiva por las prédicas de los sacerdotes. Hay una ética civil que, al igual que la religiosa en su concepción genuina, no admite, de ninguna forma ni amparada en ninguna circunstancia, que se abuse de las personas más indefensas y vulnerables, los niños y niñas.

Por esa misma razón, los abusos sexuales contra los menores de edad por parte de miembros del clero no son un asunto que concierna solo a la Iglesia católica y a las familias de las víctimas, sino a toda la sociedad. El Papa Francisco lo ha entendido así, y su mensaje el pasado domingo a todos los obispos se despojó de cualquier asomo de ambigüedad: “el objetivo principal de cualquier medida es el de proteger a los menores e impedir que sean víctimas de cualquier abuso psicológico y físico. Por lo tanto, es necesario cambiar la mentalidad para combatir la actitud defensiva-reaccionaria de salvaguardar la Institución”. En otras palabras: es más importante la víctima que salvarle la cara al agresor o a los superiores que lo encubren.

Francisco ha hecho, en esta cumbre mundial, el papel que le corresponde. Pero él solo no podrá revertir las inercias de sectores del clero que se siguen escudando en pretextos para amparar a los agresores y hacer de lado a las víctimas. Los obispos y la estructura clerical han de obedecer al Sumo Pontífice, asumir como propios los compromisos del jefe de la Iglesia, ser eficaces y dar ejemplo. Hay lamentables casos de que esto no siempre ocurre.

Más allá de las palabras del Papa, sentidas y llenas de dolor, está la instrucción, reiterada en esta ocasión, de que la Iglesia “hará todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes. La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso”.

El papel de la justicia también es esencial. Sea que las conferencias episcopales cumplan o no con los mandatos del papa -y del Evangelio que predican-, el papel de la justicia no se agota ni puede omitirse. Debe actuar con ejemplaridad y eficacia. Hay un interés público superior en proteger a los menores y sancionar a quien les haga daño, sea quien sea el agresor.