Diario del Cesar
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Batalla contra los monopolios

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El mayor enemigo de la democracia capitalista no es la revolución proletaria que trata de acabarla desde afuera, sino los monopolios y la concentración de poder económico que la destruyen desde adentro.

Con esa premisa los gobiernos norteamericanos del siglo XX actuaron para limitar el poder de mercado de las grandes corporaciones, hasta que el neoliberalismo llegó al poder con Reagan y empezó una ola de consolidación de monopolios. Hoy, con el gobierno de Biden empieza a revertirse la tendencia.

A finales del siglo XIX, los barones ladrones de EE. UU. crearon monopolios en sectores como los ferrocarriles o el petróleo, y se consolidaron grandes corporaciones que llegaron a controlar cerca del 70% de la industria manufacturera. Como reacción política desde 1890 empezaron a dictarse leyes antimonopolios y a adoptar medidas como la división de la Standard Oil de Rockefeller en 34 compañías separadas, o la prohibición de bancos interestatales.

Las leyes antimonopolios se justificaban como el mejor antídoto contra el fascismo y el comunismo, pero desde los años 70 gobiernos demócratas y republicanos se hicieron los de la vista gorda, debilitaron las agencias encargadas de aplicarlas y permitieron un acelerado proceso de fusiones y adquisiciones que concentró el control de casi todos los mercados en unas pocas corporaciones. Caso extremo es el sector de la tecnología y las comunicaciones, con gigantes como Google, Apple y Facebook.

El pasado 9 de julio se anunció un cambio de tendencia. El presidente Biden expidió un decreto ejecutivo para “promover la competencia en la economía americana” (puede verse en https://bit.ly/3uWfkSd). Su punto de partida es que “la excesiva concentración en los mercados amenaza las libertades económicas fundamentales, la rendición de cuentas democrática y el bienestar de trabajadores, pequeñas empresas, emprendedores y consumidores”. Especial énfasis da al deterior de las condiciones laborales que se ha dado con el mayor poder de mercado de los grandes empleadores.

A partir de este principio declara que “es la política de mi administración exigir el cumplimiento de las leyes que combaten la excesiva concentración de la industria, los abusos del poder de mercado y los perniciosos efectos de los monopolios y los monopsonio”.

Para lograr estos objetivos, refuerza el personal de una docena de agencias estatales que deben vigilar el cumplimiento de las leyes, las cuales serán coordinadas por un nuevo Consejo de Competitividad desde la Casa Blanca; además define 72 actividades de control y vigilancia que deben adelantar estas agencias para evitar la consolidación de monopolios o limitar a los ya existentes y vigilar las fusiones y adquisiciones.

No será una tarea fácil pues el cabildeo de las grandes corporaciones es muy poderoso, pero es positivo que por lo menos se anuncie la intención de enfrentar esa gran amenaza para la democracia. En Colombia, donde nos gusta imitar todo lo que se hace en EE. UU, ¿cuándo se iniciará una campaña similar para controlar la creciente concentración de las industrias?

*Economista.