Diario del Cesar
Defiende la región

Nuestra deuda con el planeta

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«Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos», porque hay registro magnetofónico, dijo Yuri Gagarin cuando en abril de 1961 tuvo la gloria de ser el primer hombre en orbitar la tierra. (Se especuló entonces, y la prensa antisoviética magnificó la especie, que Gagarin había dicho que no había visto ningún Dios, para acrecentar de mala fe el ateísmo comunista). A este cosmonauta también se debe la célebre frase “la tierra es azul”, paracorroborar que las tres cuartas partes de la superficie de nuestro bello planeta están constituidas por agua, causa única para que en ella haya vida. Porque hasta ahora es el único del sistema solar que reúne las condiciones propicias para el desarrollo y la conservación de sus diversas formas de existencia: ni más cerca ni más lejos del sol; existencia de la atmósfera y, sobre todo, presencia de agua líquida  en su superficie que posibilita a todos los organismos realizar sus funciones vitales.

     La comunidad científica, que considera que el universo se originó hace unos 14 mil millones de años como resultado de una gran explosión, es decir, a partir de la teoría del Big Bang, vaticina también que nuestro lugar de habitación lo hizo 10 mil millones  de años después. A la tierra, “nuestro planeta azul”, el agua llegaría desde el espacio en un gigantesco asteroide que tras chocar con ella, en otra estrepitosa explosión, produciría una lluvia de sesenta mil años dando lugar a los mares y océanos, ríos, lagos, lagunas, aguas subterráneas, etc. Todo ello en procesos que demandaron cientos de años.

     Nosotros, la criatura más preciada, habitante de quien hablamos hoy y de su bien irremplazable, como es el agua, sostienen los defensores de la teoría evolucionista, aparecimos dando tumbos en África hacen unos 5 millones de años. O sea que llegamos a hacer hasta lo indecible a este pedazo de suelo cuando ya la tierra tenía más de 4495 millones de años. Porque, para ser “exactos”, esta se formó hace 4500 millones. Y en esas anduvimos hasta cuando pasamos de ser simios a la especie que somos hoy, en algo que conocemos como el proceso de hominización, en no menos de tres millones de abriles. Y ya mayorcitos, habiendo andado de la seca  a la meca, nos embarcamos en la empresa de recorrer miles de kilómetros hasta llegar a estos lares hace unos 20 mil años, según Rivet y Hrdlicka. Y por supuesto igual poblamos a esta tierra que llamamos Colombia.

     En 200 mil años hemos llegado a ser más de 8 mil millones de almas apretujadas en el planeta. Del equilibrio demográfico pasamos a la transición demográfica, que significa crecimiento estable. Si bien es cierto que con la aparición del hombre en la tierra comenzó automáticamente el desequilibrio ecológico, la afección de los ecosistemas están condicionados por diversos factores sujetos a cambios causados por la evolución  natural y por la intervención de nosotros: los seres humanos. Y es esta intervención humana la que ha generado cambios a una velocidad e intensidad superiores.

     Da pena, pero más causa dolor el panorama desolador que en la fecha que recordamos la importancia para la vida que representa el agua, nos muestran las estadísticas. Desde ríos y demás fuentes de agua secas, hasta otros convertidos en basureros y cloacas (río Cesar en las goteras de Valledupar) son el diagnóstico tras doscientos mi años de existencia humana en el “planeta azul”.