Nunca antes un Gobierno había sido acorralado, sometido, chantajeado y hasta humillado como el actual con todo lo que está ocurriendo con el llamado paro nacional. Y hay que ser claros y sin tapujos, quienes promueven el paro, sus organizadores, auspiciadores, financiadores (nacionales y extranjeros) y los que marchan en el mismo tienen un solo objetivo: derrocar a Duque. Y lo quieren hacer a cómo de lugar. Empleando la violencia y la desestabilización del país como lo estamos observando.
Acabar con el actual Estado de Derecho que nos rigen y hacer cenizas las instituciones democráticas sobre las cuales está cimentada la Nación, son sus objetivos. Tienen una inocultable agenda política y politiquera a la que nadie ha podido enfrentar porque entre otras cosas, en ella participan y quien lo creyera de manera soterrada algunos medios de comunicación que azuzan y también se han prestado para el corito celestial.
Aquí no estamos en contra de la protesta social organizada, vehemente, que reclama por unos derechos sobre los cuales se pueden sentar en la mesa para negociarlos. No. Aquí estamos frente al irracional comportamiento de unos señores que tiene secuestrado al país, que lo bloquean y paralizan, a quienes no les importa que mueran centenares de colombianos por la falta de medicamentos, oxígeno o tratamiento médico. ¿Dónde están los derechos de los demás, es decir, de aquellos ciudadanos a quienes no les interesa la protesta social?. ¿Se pueden seguir pisoteando, vulnerando y matando a gente inocente en nombre del paro nacional?.
Pero lo más doloroso es que vemos a una sociedad inerme, sometida por el miedo y secuestrada por la barbarie. Una sociedad que prefiere mejor hacerse a un lado, como si no fuera con ella, cuando lo es todo para ella. Una sociedad que permite que le bloquen sus vías, que no haya abastecimiento de alimentos, bienes y servicios esenciales para su subsistencia. Una sociedad que está condenada a aceptar lo que venga y después no tendrá tiempo para lamentarse de no haber actuado acompañando a sus autoridades legítimas, enfrentando con valor y decisión al enemigo común que es el vandalismo, los actos terroristas y a quienes pretenden subvertir el orden constitucional empleando para ello la violencia y toda clase de lucha. Una sociedad que no ha sido capaz de detener la barbarie que a diario se comete contra los bienes públicos y privados, contra aquellos abnegados servidores públicos a los cuales les reclamamos seguridad y protección para nuestras vidas y bienes. Una sociedad que no es capaz de levantar su voz para detener la concertada campaña difamatoria del nuevo modelo de país que nos han construido desde afuera, no han sido capaz tampoco de rechazar a unos organismos internacionales que no han dado la más mínima muestra de ecuanimidad, imparcialidad y objetividad en la recepción de las denuncias y la formulación de sus objeciones. Organismos que han sido permeados y a los que no se les ha escuchado la primera condena contra aquellos que matan gente impidiendo que pase una bala de oxígeno, un medicamento o alimentos para la gente necesitada. Organismos también secuestrados por ese otro libreto donde el objetivo es claro y contundente: Hacer de Colombia su próximo trofeo.
Los dirigentes del paro le han presentado al Gobierno no un pliego de peticiones sino un memorial de agravios el cual no solo resulta inaceptable sino que por dignidad el Presidente de la República como máxima autoridad de la Nación debe rechazar. El Gobierno no puede sentarse con quienes promueven y alientan el terrorismo. Es terrorismo el bloqueo de las carreteras, los ataques a la fuerza pública y toda manifestación de violencia que viene golpeando al país. Eso es lo que vienen haciendo los llamados promotores del paro, a quienes no se les ha escuchado, de manera curiosa, deslindarse de esa incursión criminal que a diario vemos.
Es cierto que estamos ante un Gobierno débil, al que le midieron el aceite y está siendo víctima de su propio invento. Un Gobierno que ya no tiene capacidad de maniobra para dirigir los destinos de la Nación. Pero aun en esas graves circunstancias, la propia Constitución le da las herramientas legales para enfrentar este aciago momento que vivimos.
Aquí lo único que se necesita es el imperio de la ley. Alguien que la haga cumplir. Que reprima el terrorismo, el vandalismo y las acciones criminales que nos atacan y permita que quienes quieran hacerse sentir marchando y congregándose sin afectar el derecho de los demás, que lo hagan. Pero todos debemos tener claro esto: Nos quieren robar el país, no nos dejemos.