Diario del Cesar
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La ‘doctrina’ de humanidad del Papa 

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Han pasado ya casi catorce meses desde que, por primera vez en la historia milenaria de la Iglesia católica, el Santo Padre rezó en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro para pedir al Creador ayuda ante la pandemia, que en ese momento (27 de marzo de 2020) no se preveía tan devastadora.

En la retina global quedó la imagen de Francisco en la sobrecogedora soledad de la plaza, en una tarde de viernes lluviosa y gris que parecía reflejar el oscuro sentimiento global ante un enemigo invisible que como lo manifestó el papa “desenmascaró nuestra vulnerabilidad y dejó al descubierto falsas y superfluas seguridades”.

Desde ese mismo momento, tras suplicar un “Señor, no nos abandones”, Francisco instó a la humanidad a “remar juntos” contra la pandemia del coronavirus y a “activar la solidaridad porque todos estamos en la misma barca”.

Y esa súplica divina la ha elevado centenares de veces, en solitario y acompañado de los líderes espirituales de diversas religiones. Telemática o presencialmente como lo hizo en Irak en marzo pasado, junto al ayatolá Alí Sistani, la plegaria fue la misma: ayuda al Creador para derrotar la pandemia y en el plano terrenal, que la fraternidad se convierta en la nueva frontera de la humanidad.

Pero el líder de 1.300 millones de católicos ha ido más allá por lo que representa no solo para esta religión sino para el mundo entero. Así, de los llamados a la solidaridad iniciales pasó, en poco tiempo, a emitir una alerta temprana sobre la gigantesca brecha que se abriría entre países ricos y pobres en el momento que se descubriera una vacuna.

Fue así como en agosto del año pasado, cuando el covid-19 no había dejado territorio libre en el mundo y los científicos avanzaban en una carrera contra el reloj para descubrir un antídoto, el Papa pidió que éste fuera accesible a todos. “Sería triste si en la vacuna de la covid-19 se diera prioridad a los más ricos. Sería triste que se transforme en la prioridad de una nación y no se destine a todos”, expresó en ese momento.

Y aunque sus palabras no eran premonitorias porque el virus a pesar de que no hace excepciones no sólo evidenció las desigualdades entre unos y otros, sino que las hizo crecer. Fue lo que Francisco tildó como el otro virus grande a sanar “el de la injusticia social, la desigualdad, la marginación y la falta de protección de los más débiles”.

Dos meses más tarde, al presentar su encíclica “Fratelli tutti” (Hermanos todos), no sólo denunció el “virus del individualismo” sino que instó a combatirlo “con hechos y no sólo con palabras”. En la misma abordó la especulación financiera

En esta encíclica, considerada la más social de las que ha escrito, hace un duro pronunciamiento al señalar que muchos “ateos cumplen mejor la voluntad de Dios que muchos creyentes”, en una suerte de advertencia a esos numerosos políticos en todos los continentes que se sienten “autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios o incluso maltratos hacia los que son diferentes”.

Y los mensajes papales frente al impacto global del covid-19 se fueron multiplicando y acentuando con el paso de los días. Y, en la jornada de la paz del 1 de enero pasado, recordó que en esta crisis sanitaria global “nadie se salva solo”, instando de nuevo a una real cooperación entre los gobiernos, máxime cuando los científicos lograron un hito: el desarrollo no de uno sino de varios biológicos contra el covid-19.

Francisco insistió en que “la inmunización extensiva debería ser considerada como un ‘bien común universal’, noción que requiere acciones concretas”. El papa Francisco insistió en la necesidad de “un espíritu de justicia que nos movilice para asegurar el acceso universal a la vacuna y la suspensión temporaria de derechos de propiedad intelectual”.

Y es que solo así, como también lo reseño el Papa, podremos tener un mejor futuro pospandemia, porque “de toda crisis debe salir algo mejor”.