Diario del Cesar
Defiende la región

Por un Gran Acuerdo Social 

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Hay un sabio adagio popular que reza: lo que empieza mal, termina mal. Y otro más: la soberbia y terquedad, no deben ser jamás, los consejeros del gobernante. Esas dos máximas les han caído como anillo al dedo al Gobierno de Iván Duque. Sin discusión alguna.

Desde un principio se le aconsejó, se le dijo, inclusive hasta su propio mentor y partido político le llamó la atención, de manera angustiosa le sugirieron que abandonaran esa monstruosa idea en que se había convertido el proyecto  de la reforma tributaria, pero no hicieron caso. Pero la tapa de la tapa, y de todas tapas resultaron las confesiones del propio Presidente al reconocer que no sabía que su Ministro de Hacienda le había metido IVA a los sepelios y servicios funerarios, a la yuca, el bollo limpio y la butifarra. ¡Por Dios!, ¿Qué Gobierno tenemos?. ¿Quién conduce este camión?. Y a medida que las reacciones y el rechazo iban aumentando, la bola de candela era imposible de detener. Mucho peor aun cuando alguien y eso hay que decirlo, el exvicepresidente Germán Vargas Lleras se atrevió a señalar con nombres propios a la ministra TIC Karen Abudinen y al principiante ministro del interior, Daniel Palacio, de emplear ´la mermelada´, para tratar de comprar a los parlamentarios de Cambio Radical y voltearles el voto. La foto con el Presidente del Congreso Antonio Char no solo resultó demoledora contra la reforma tributaria, sino que el mensaje debió interpretarlo el Presidente como una señal clara y categórica que se estaba quedando sin aliados para sostener lo insostenible. Ya la reforma olía a formol. Y el desahucio estuvo por cuenta del propio expresidente Uribe y su bancada de congresistas que para no cargar tremendo ´muerto´ ad portas de unas elecciones legislativas en las que muy seguramente le pasarán la factura y con intereses; pedía pronto entierro del entuerto. Pero no. Faltaba más. Faltaba que el Gobierno siguiera escuchando cantos de sirena y estos vinieron por cuenta de un decrepito partido que ha perdido su esencia, hoy maltrecho y anacrónico, amamantado solo por los puestos y al que más temprano que tarde sus pocos dirigentes, esos que aun les duelen sus principios y sus valores, le decreten el ´incertum est quando, certum est aliquando mori´. ´Es incierto el cuándo, pero es cierto que en un determinado momento se muere´. Nos referimos al Partido Conservador, que cuan oportunistas resultaron sus lentejos parlamentarios se atrincheraron en la desestimada idea de discutir en el Congreso una reforma sustitutoria sin que el Gobierno la retirara. Abandonaron esa sintonía que hoy otras organizaciones políticas están teniendo con las bases, con las clases populares, y todo por darle rienda suelta a sus mezquinos intereses burocráticos y de reparto clientelista. Hoy quedaron al lado del Gobierno, derrotados y sin vergüenza.

Conocida entonces la decisión de sepultar la agresiva, inconveniente, retardataria y inconsecuente propuesta, el Gobierno debiera darse la pela por congregar alrededor de la iniciativa la construcción de un Gran Acuerdo Nacional por lo social y no por lo político. A no reclamar victorias ni reconocimientos de prosperar lo que a todos nos preocupa: ayudar a los más pobres, a las clases menos favorecidas, a la micro y pequeña empresa, a salvar los empleos que están en vías de desaparecer, a respaldar políticas que terminen fortaleciendo la generación de puestos de trabajo, a buscarle una nueva ruta al aparato económico del país, extirpando para ello las exenciones al sistema financiero, a las grandes riquezas, a taparle el hueco a quienes todo se lo roban; a combatir efectivamente la corrupción y a economizar el funcionamiento del Estado, empezando por recortar la frondosa nómina de las consejerías presidenciales, las del servicio diplomático y todos aquellos suntuosos gastos  que aparecen bajo la condición de reservados como los contratos de percepción e imagen del gobierno, las encuestas y la propaganda que de manera selectiva se hace.

Ahora sí podrá dialogar el país nacional con un Gobierno que ya con el sol a las espaldas debe escuchar en medio de los disensos. Y un Gobierno responsable con el país, debe sentarse, sin prevenciones ni retaliaciones, a construir lo que en tres años se perdió: la coherencia, la sensatez y la gobernabilidad. Manos a la obra.