A ciento veintiséis millones de infectados, 2,76 millones de muertos, una debacle económica mundial debido a las restricciones que debieron imponerse y luego de dieciséis meses de haberse confirmado el primer caso, la humanidad sigue sin saber cuál fue el origen de la pandemia del Covid-19. Una incertidumbre que corre también por cuenta de los expertos de la Organización Mundial de la Salud encargados de descubrir la verdad y que siguen sin entregar su informe final.
De lo único que hay certeza es que los coronavirus, el actual y los anteriores, tienen un origen animal y que al pasar a los seres humanos se convierten en letales. También se sabe la incidencia que en ello tienen el daño ambiental, la destrucción de los ecosistemas, la invasión de los hábitats naturales y el desplazamiento de especies por esa razón. Hasta ahí hay algún conocimiento.
El resto solo han sido suposiciones en las que se sindica de la transmisión del Covid-19 a animales salvajes y a las prácticas arraigadas en Asia de consumirlos. Del grupo de expertos de la OMS que se desplazó en enero a Wuhan, la ciudad de China con once millones de habitantes donde al parecer todo comenzó, no se ha sabido mayor cosa y en repetidas ocasiones han aplazado la presentación del informe final.
Algunos han hablado de probabilidades, todas sin confirmar, como que un murciélago mordió a algún animal en una plaza de mercado, o que pudo llegar en una carga de pescado congelado y la más reciente: que el principio estuvo en una granja de animales exóticos en el sur del gigante asiático. Y está la posibilidad de que el virus haya salido de un laboratorio, una hipótesis que en principio se ha negado pero que no termina de descartarse.
Así van dieciséis meses en los que el mundo ha estado pendiente de encontrar una vacuna, una molécula del virus para convertirlo en su propio enemigo y poder detener así esta historia de miedo que no ha respetado países, ni razas, ni condiciones sociales. La urgencia es lograr la inmunidad que garantice la supervivencia de 7.500 millones de personas.
Pero seguimos sin encontrar el origen, no se sabe si porque realmente es una misión imposible o porque a las investigaciones se les está dando un manejo político por parte de quienes no quieren sindicar a China. Si al final resulta que el virus sí se propagó desde un laboratorio donde se manipulaba el coronavirus, sería lo más grave que le ha ocurrido a la humanidad y con las peores consecuencias desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Quién pierde frente a ello? La verdad y la raza humana.
Al no encontrar el inicio, no sabremos cómo erradicar de raíz el covid. Y nos seguirán diciendo que tenemos que aprender a convivir con él, que este virus como todo organismo vivo tiene unas transformaciones frecuentes, nuevas cepas, algunas más agresivas y letales, y que esa es nuestra nueva realidad por lo cual debemos adaptarnos.
Por eso hay que saber qué pasó. Si la transmisión se inició desde algún animal, salvaje o exótico, el mundo tendrá que evaluar sus comportamientos frente a la naturaleza para evitar que esta historia de hoy se repita. Y si salió de algún laboratorio, los responsables tendrán que responderle a la humanidad. Esa verdad se necesita ya.