Tras las rogativas, casi que a clemencia, de la alcaldesa de Santa Marta, Virna Lizzi Jhonson Salcedo al Ministerio del Interior para aprobar una serie de medidas restrictivas en el Distrito ante el avance progresivo de los contagios, por fin se produjo la susodicha autorización, que entre otras cosas resulta inane en razón a las mismas decisiones adoptadas 24 horas atrás por el mismo Gobierno, y que tan acertadamente HOY DIARIO DEL MAGDALENA resumió en su titular de la edición del miércoles, cuando el periódico planteo, que se tomaban las mismas medidas que días atrás le habían negado a la ciudad.
Lo que tenemos por delante ahora los samarios es algo muy serio. Más allá de las disquisiciones con tinte político en las que no nos incumbe ni nos vamos a dejar inmiscuir porque nuestra función y labor es la de informar, si queremos hacerle ver a la comunidad que se ha llegado a este extremo de medidas como el confinamiento y más fuertes en la locomoción, debido a que la presencia del coronavirus a pesar de la cantidad de muertos que siguen provocando, la han tomado como algo deportivo. No se ha tenido conciencia de ello. Solo lo han entendido y de manera dolorosa a quienes la tragedia les tocó la puerta, es decir, a quienes han perdido de manera lamentable a un ser querido o de la familia. Pero hay un sector mayoritario de la comunidad que sigue con su comportamiento irresponsable que termina afectando a todo el conglomerado social.
Las medidas tomadas con ocasión de la Semana Santa, coinciden con los conceptos y teorías de los epidemiólogos y expertos en salud pública que pidieron acelerar la toma de decisiones en la materia debido a que una de las principales celebraciones del catolicismo tuvo como antesala el puente festivo que culmina el martes, precisamente en momentos que la tendencia decreciente de la pandemia -con que se venía desde finales de enero-comenzó a revertirse y prender otra vez las alarmas.
Por eso no encontramos razones para que el Ministerio del Interior haya negado, se haya hecho el sordo, ciego y mudo, o en el mejor de los casos se haya demorado en respaldar unas decisiones que debieron ser impuestas por mandato superior por el Gobierno nacional en virtud de la prevalencia constitucional en el orden sanitario y dado el alcance de la emergencia. Pero ello no fue así, y no es el momento de seguir en lo mismo. Lo que se debe hacer es actuar, y actuar de manera rápida, consciente del enorme daño que puede causarnos un monstruo que no se ve, que tiene una presencia silenciosa y letal, y el cual sigue llevándose la vida de todo lo que encuentra y no alcanza a vencerlo.
Santa Marta y la región se encaminó hacia la llamada tercera ola hace rato. Es claro que se requiere actuar con firmeza y celeridad para evitar un nuevo pico epidemiológico más trágico. No hay que olvidar que el registrado a finales de diciembre y las tres primeras semanas de enero fue el más crítico en volumen de contagios y saldo fatal, incluso con las Unidades de Cuidado Intensivo (UCI) al borde del colapso como el que ahora mismo estamos viviendo. Y ello fue producto sin lugar a dudas a la apertura de la ciudad al turismo. Se hizo de manera desenfrenada y sin control. No como lo aseguró el señor Ministro de Salud Fernando Ruiz, a quien con todo respeto le decimos que fue mal informado o lo hicieron de mala fe para hacerlo quedar mal, por cuanto es bien sabido que Santa Marta no celebró fiesta de carnaval, ni hubo desfiles públicos, ni privados, ni comparsas, ni nada por el estilo que representaran contagios colectivos y peligrosos. No olvidemos también que el regreso paulatino de los estudiantes de primaria, secundaria y educación superior a las clases presenciales, ha aumentado de forma sustancial la cantidad de personas circulando por espacios públicos y redes de transporte.
De igual manera, si bien desde mediados de febrero Colombia empezó la vacunación masiva, a hoy no se llega a 1,3 millones de personas inoculadas y el país se encuentra muy lejos de la meta mínima de los 35 millones de compatriotas con el biológico ya aplicado, que se considera la cifra poblacional base para que se establezca la llamada “inmunidad de rebaño”, en donde disminuye sustancialmente el riesgo y la velocidad de contagio, dejando atrás el escenario pandémico, estamos advertidos de sobra que estamos expuestos a lo que hoy se observa.
Visto todo lo anterior, como lo hemos advertimos en reiteradas ocasiones, cuando la curva epidemiológica muestra su tendencia al alza es urgente establecer las medidas de precaución para evitar que los actos religiosos de Semana Santa así como la temporada turística y vacacional asociada, se terminen convirtiendo en un disparador de la pandemia, como ya ocurrió con la indisciplina social y el relajamiento de las medidas de bioseguridad durante las festividades decembrinas y de cambio de año. Pero no. De manera empecinada se le negó a la ciudad que se tomaran tales medidas y hoy pensamos que ha sido demasiado tarde. El virus ya está circulando de manera agresiva y progresiva y matando
A la gente solo le decimos: no es momento para arriesgarse o confiarse, la pandemia sigue y cobra vidas todos los días. En cuanto a las responsabilidades, ahí están los órganos de control que ojalá y no sigan siendo muñecos de comodín.