Diario del Cesar
Defiende la región

Salvó de morir a una abuelita y hoy busca que lo salven a él 

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POR 
JOSÉ ALEJANDRO 
MARTÍNEZ VEGA 

En la habitación 648 de la clínica Alta Complejidad de Valledupar, a la espera que una enfermera le comunicara su alta médica, permaneció Johandres López Martínez durante dos meses, recuperándose de sus heridas.   

Aunque las quemaduras en gran parte de su cuerpo han venido sanando de a poco, todavía queda trabajo para los médicos en cuanto a la curación de su brazo izquierdo, el cual resultó más comprometido que las otras lesiones en cabello, cara, hombro, cuello y espalda.

El pasado 31 de octubre, esa esperada noticia llegó.  Una trabajadora del centro médico le comunicó que era hora de salir.

Hoy, una semana después de abandonar la clínica y a dos meses del incidente que le cambió la vida, el hombre de 32 años recordó aquel episodio del cual no se arrepiente.

Con voz firme y sin titubear, afirmó que, si volviera a ver aquella casa del barrio Bello Horizonte ardiendo en llamas con una anciana adentro, entraría y la salvaría, así eso le costara la vida.

Eso fue lo que hizo Johandres la noche del domingo 30 de agosto. Mientras se transportaba en su motocicleta -ejerciendo su oficio de mototaxista- observó una aglomeración de personas alrededor de una vivienda que se quemaba.

Aunque en principio se unió a los curiosos que tomaban fotos con sus celulares al lugar, fue en el momento que escuchó el grito de una persona que pedía ayuda cuando su corazón se aceleró y su mente se nubló de tal forma que solo pensó en una sola cosa: ayudar.

 “Yo no pensé en mi familia, ni en mi vida, ni en nada.  Antes de entrar lo único que dije fue: ‘Bueno Señor, contigo entro, contigo salgo’”, recuerda.

Y así fue.  Entre llamas, ingresó a la vivienda a salvar a un niño de 11 años que pedía ayuda.  Un portón con candado fue el primer obstáculo de Jhoander.  Al otro lado, el pequeño trataba de abrirlo, pero no podía. Mientras tanto, la candela agarraba más fuerza.  Igual, la decisión ya estaba tomada. “Yo entré a salvar el muchacho que asomaba la cabeza”, recuerda.

“¡AY HIJO ME QUEMO!”

Pero cuando parecía que la misión estaba cumplida, un grito estremeció por segunda vez al humilde mototaxista residente en Bello Horizonte.  Era el llamado desesperado, ahora de una señora, que suplicaba para que no la dejaran quemar viva. “¡Ay hijo me quemo!”, dijo Ana Elvira Estrada Vega, de 75 años.

 “Me dio una cosa que me cerré en mi mente, yo no pensé en mi familia, ni en mi vida, ni en nada.  La señora estaba acostada, no se podía mover, ni parar. Antes de entrar lo único que dije fue: ‘bueno Señor, contigo entro, contigo salgo’”, recuerda Jhoander.

No contempló más opciones. De allí salía con la señora o con la señora.  “Me dio una cosa… a pesar de la candela, yo cargué a la señora, cuando ya íbamos saliendo, la señora me cierra la puerta con un palo que tenía de bastón.  Cuando ella me cierra la puerta, vuelvo y abro la puerta, y vuelve y me la cierra. La tiré a la cama, ya la candela estaba cerca, ahí sí sentí que la candela me jaló el pelo, que la tenía cerquita (la candela), no encontré entonces otra opción y le quité el palo a la señora.   La candela me cerró la salida, no más quedaba el espacio de la señora o el mío”, narra hoy.

Fue entonces cuando anteponiendo la vida de la señora por encima de la de él, la cubrió con su cuerpo y logró sacarla. Misión cumplida, la había salvado.

“Cuando ya estaba en la parte de afuera, ahí sentí la candela viva. Apenas salí, estalló el televisor y se terminó de caer la casa”, asegura.

Tanto el improvisado héroe, como la señora, fueron trasladados por la comunidad con quemaduras de tercer grado, hasta el Hospital Eduardo Arredondo Daza-sede La Nevada- y remitidos, por la gravedad de las heridas, a la clínica Alta Complejidad del Caribe de Valledupar, donde llegaron en delicado estado de salud.

SUPERVIVENCIA Y RECUPERACIÓN

El acto heroico dejó gravemente herido a Jhoander que, tras dos meses de lucha dentro de una habitación de la clínica Alta Complejidad, logró salir avante, más allá que en su cuerpo convivirán por mucho tiempo las cicatrices de las quemaduras. No así la adulta mayor, quien no soportó las heridas.

 “Yo alcanzaba a verla, nos separaba era un vidrio.  Yo la veía, escuchaba la máquina que la mantenía.  A la semana se murió, una noche pregunté por ella, y de un momento a otro el médico me dijo.  Que Dios la tenga en su santa gloria, yo hice lo que se pudo”, recuerda con un tono de nostalgia.

Hoy, desde una humilde vivienda del barrio Francisco Javier, Jhoander comienza otra lucha.   Así como desafió la candela, y luego sobrevivió a las heridas, esta vez emprende otro acto heroico: sobrevivir sin poder trabajar.

‘PAGABA $15.000 POR PRÉSTAMO DE LA MOTO’

Los médicos le mandaron tres meses de reposo e incapacidad para ejercer su actividad como mototaxista.   Esa labor, la cual significaba su sustento diario, está prohibida por salud.

Aunque reconoce que las ganancias eran pocas, ya que en el negocio del mototaxismo los que no tienen para comprar su propio vehículo deben pagar una tarifa que muchas veces ni alcanzan a completar.

 “Mi sustento diario era el mototaxismo, ahora que no sé qué voy a hacer.  La moto era alquilada, pagaba tarifa por la moto. Pagaba $15.000 diarios por la moto ($12.000 en pandemia). Igual me ayudaba porque era el sustento diario”, afirma.

A los gastos para el sostenimiento de su familia, se sumaron ahora los de recuperación, pero, además, justo en estos días, su compañera dio a luz un nuevo miembro del hogar, su sexto hijo.

Jhoander hoy no espera que nadie dé la vida por él -como él la dio aquel domingo por salvar una vida- pero sí agradece a las personas de buen corazón que de alguna forma le tendieron la mano para que este duro momento fuera menos doloroso.

Aún así, aunque se avecinan tiempos difíciles, al preguntársele por enésima vez si lo volvería a hacer, no titubea.  No duda.  “Lo volvería a hacer”, puntualiza.